En esta misma habitación.
Donde duermo, sueño y lloro de emoción.
Entre cuatro paredes de arena, blanco y sin sol.
Tantas sensaciones, miedos y temblor…
También hubo alegrías, infancias y pasión.
Casualmente dentro, escribo letras hoy
que me llevan por películas, añoranza, admiración.
Un poquito de tristeza, y algún que otro subidón.
Muchos días se cubrieron hasta el techo
de palabras y susurros llegados con tu voz,
quebrada en llanto por primera vez que sonó
y alguna vez más tarde cuando todo fue dolor.
El intento otra vez se repitió
y tras nuevo paso en falso, el regalo al fin llegó.
Lo cuidaste con la perla que de ruego se sumó,
preocupada siempre por lo que tal vez te faltó.
A tu lado, no desdeñes, sigue quien también sembró.
Prueba y fiel de que, seguro, nunca lo dudó.
Que el destino era y fue tal cual jugó
y la vida poco a poco con su tempo rubricó.
No quiero nunca tener que decirte adiós.
Y ojalá al menos me quede siempre este refugio y rincón.