Oct 172014
 

Escribir cosas en un papel, una pantalla, pizarra o la misma pared, tiene su miga. Al menos la tenían otros tiempos, a pesar de sequía y hambrunas. Quizá los últimos años de locura tecnológica lo hayan cambiado todo. La excusa del modismo en el whatsapp, los e-mail, sms y demás virtuosismos virtuales es perfecta cuando en realidad alguien no tiene ni puñetera idea de cuándo emplear bes y uves, tildar o no palabras u omite la hache donde sí debería estar. Son momentos de prisa, euforia y no reflexión en los que a casi nadie se le ocurre decir “oye, trae el DRAE” y consultar. La lengua de signos necesita sus cuidados, pero muchas veces eso se olvida igual que no cepillamos la otra cuando lavamos los dientes.

El nuevo dentífrico del español ya está a la venta. Los reyes, muy sonrientes, han recibido el primer ejemplar y posan con él -no podía ser menos- como si en verdad se tratara de anunciar un enjuague bucal. Pero… ¡Claro que hay peros! Es tan esperado como lógico y normal. Decidir qué se incluye de nuevas y qué pasa a recámara es complicado. Pero no por difícil es disculpable que, pudiendo ser exactos y no faltar a la verdad, en el nuevo diccionario aparezcan vocablos que poco favor le hacen al idioma de Cervantes.

Empezamos por la “a”. “Amigovio”, y también en femenino: relación personal de menor compromiso formal que un noviazgo. Lo primero, que la formalidad de los noviazgos hoy, en general, resulta bastante difusa. Lo segundo, se identifica visualmente con “agobio”. Y aunque tener amigovio/a pueda resultar a veces eso, una asfixia, no convence; y se me antoja tan prescindible como “follamigo”, que es lo que, sospechosamente, parece ser lo que se venía a exponer.

Con la “b”. “Blaugrana”: azulgrana. ¿Qué necesidad hay de rizar el rizo? Ese detalle de color ya existe tal cual en castellano, déjenlo tranquilo en su catalán de origen y no hagan como con palabras traidas del inglés y francés que ya eran casi idénticas en español y sobran.

Con la… avancemos: “f”. “Feminicidio”: Asesinato de una mujer por razón de su sexo. Y digo yo: cuando no es por esa expresa razón ¿cómo lo llamamos? ¿Y luego vendrá el masculinicidio, o el machocidio, varoncidio, o qué? El hecho al que se asocia este concepto es terrible, reprobable y digno de ser perseguido por la ley. Por descontado. Pero la palabrita es igual de horrible, y poco aporta. A veces no hay que inventar cosas tan feas para defender a la mujer y sus derechos, que es a lo que suena este vocablo. Me dolería pensar que responda recurrentemente, además, a un afán oportunista de resultar moderno y actual.

Me faltaría columna para recalar en los miles de nuevas entradas de esta edición número 23. Pero hay una, vaya por dios, que se me atraganta triste y especialmente en estos largos tiempos que venimos padeciendo. Con la “m”, y pasapalabra, “Mileurista”: Persona que percibe una retribución en su trabajo por debajo de sus expectativas. ¿No podían haber elegido eufemismo mayor? Cita a Aristóteles el secretario de la Real Academia de la Lengua Española, Darío Villanueva, cuando dice: “Las palabras sirven para lo justo y para lo injusto”. Pues no parecen predicar con el ejemplo porque, señores: si injusta es la realidad salarial del país, no duden ni teman eso, llamar a las cosas por su nombre. Y el sueldo de un mileurista no es que se encuentre por debajo de unas “expectativas”, sino de sus muy dignamente adquiridas “capacidades y aptitudes”, que se le niegan día a día en reconocimiento y en billetes.

Pareciera que cada vez tengamos menos motivos para creer en la burocracia de este país (de todo menos fluida y ágil), su justicia (a la carta, arbitraria y partidista a más no poder), su política social (clasista y excluyente), su potencial económico (por los suelos aquí y por la nubes en los paraísos fiscales)… Y ahora, tampoco el diccionario, biblia del español y su pilar de hegemonía como uno de los idiomas más extendidos del planeta, ofrece mucha garantía… ¿Era por eso? ¿Que su majestad Letizia, otrora reconocida artífice de la palabra como periodista, se evidenciara antes de las fotos en cara lánguida hoy, durante el acto de presentación? No es de extrañar. El discurso continúa siendo una de las bazas en su actual dedicación. Y a ver quien confía en estos guardianes de la supuesta buena retórica.