Jul 202014
 

No tenía en mente estrenar el blog hablando de la profesión, pero me lleva a ello un disgusto. El que tengo, en realidad, cada día, cuando asomo las gafas por páginas y pantallas donde pasean párrafos cada vez más estériles y olvidables en todo tipo de escenarios, géneros y cabeceras. Si la tontería y lo inútil jamás tuvo límites, en la actualidad menos que nunca.
No calificaré yo las palabras de Maurizio Carlotti de tontería, ni de inútil a su propia persona, por cuanto -evidentemente- no me refería a ninguno de ambos con el comentario. Pero sí me llevan a la reflexión por encontrarlas alarmantes aunque, en verdad, este tipo de alertas resulte cada vez menos sorpresivo. En un discurso reciente, con motivo de los cursos de verano de la Universidad Complutense en El Escorial, el vicepresidente de Atresmedia lanza una propuesta que no por previsible deja de inquietarme. Apunto lo de no imprevista después de años comprobando el progresivo desinterés de la empresa informativa por lo periodístico. Con lo que seguirá siendo empresa, claro; pero ¿informativa? ¿De medios? ¿Qué medios? Me explico.
Dice este señor, según titulares, que los noticiarios de noche son hoy prescindibles. Y hunde la raíz de su razón en un hecho tan sencillo como simple: Es que «no aportan nada nuevo». Ya está todo dicho en el de horas antes. Añade además que todos son copia del vecino, y que este resultado parece relacionarse con la edad laboral de los redactores y el acomodo en sus sillas y mentes: Más de 25 años en el puesto les ha hecho “sentar cátedra”, y no encuentra él manera de explicarles lo poco necesario de repetir eco. Salpicando sus teorías hay otros apuntes como que toda agenda informativa tiene sólo peso matinal, que en su momento también pasaron a la historia los periódicos de tarde e incluso que los magazines sin marca “telediario” ya atienden lo que pasa…
Considerando esto junto, separado, del derecho y revés, reitero. Y me resultan tristes impresiones de lo que parece entenderse hoy por Periodismo: El informador es funcionario del corta-pega sin criterio ni inquietudes; la actualidad no es tal sino mero producto de un menú de citas y ruedas de prensa que cierra a las dos como las tiendas, no abre después de comer ni repite; el público, sí, quiere saber, pero no tanto, por no indigestarse, y se abandona al entretenimiento de rápida deglución para no pensar y tragar cuantos más platos mejor.
No deja de destacarse curiosa en este punto la poco boyante plaza de las entregas informativas de Atresmedia en el ranking de audiencias tarde-noche, pareja a la abultada y criticada minuta de su presentador estrella, desde hace años entre los más retribuidos del panorama televisivo. También, que en tanto celebramos alegres la apertura de comercios catorce horas cada día para comprar modelitos, y supermercados y restauración hasta el amanecer por lo que se nos pueda antojar de estómago, traigamos por oportuno racionar el intelecto y maniobrar en la opinión ofertando actualidad pautada y estudiadas dosis de noticias “de verdad”.
¿Qué queremos “consumir”? ¿De qué va la venta? Porque, vamos a ver: esas noticias “de verdad” no entienden de horas, parrillas, escaletas, menús ni índices, primaveras u otoños. Suceden de noche y de día en todos lados del mundo, con luna o sol, en invierno y en verano; al norte, al sur, en el este y el oeste; en blanco y negro y color, en alta y baja definición, en mono, estéreo, surround, subtituladas y multilingües; arriba, abajo, derecha, izquierda y centro. Para unos, doses, treses… y todos. Nunca para ninguno. Siempre hay y habrá ese alquien a quien interese, y las quiera. ¿Se las tendrá que buscar para los restos? ¿Un medio de comunicación ya sólo entretiene y hace caja?
Estoy muy de acuerdo con el señor Carlotti en que tal vez haya que revisar los patrones con que se cortan los informativos. Pero, por favor, invito a todos. Serenos y serios. Que el zapatero haga zapatos. El periodista debe poder desarrollar su oficio sin el eterno corsé del barco que le lleva, la nómina, el reloj y los resultados. Porque, si hablamos de resultados, ¿eso qué es? ¿Un signo político que nos sufraga? ¿La moral que hay que rubricar sí o sí? ¿Un share mínimo, y por debajo el pecado mortal?
No. La falta sin remedio es convenir que, en este mundo que nos toca, sobra información. Que hay que racionar y hasta callar y, en esto, la sentencia de qué es o no informar. “Best-seller” no lleva implícito un “Best-mind”. Ni los telediarios “limited edition” realizan a la profesión porque nos convierten, a quienes escribimos para enseñar y dejar ver, en dependientes de ocho a tres. Peones y cartas de Monopoly de despacho. Una vez más.