Ago 122014
 

No me gusta hablar de política en vacaciones. Pero, bueno, en realidad no tengo vacaciones ni es política lo que voy a tratar. Aunque, a estas alturas, resulta complicado definir qué es o no política. Tuve un tío muy querido cuyas conversaciones favoritas, por no decir casi únicas, eran de fútbol y política. Tanto oír sus retahílas no fue lo que me hizo rehuír casi por inercia cualquier charla sobre estos asuntos. Resulta simplemente que veo un abanico de alternativas interesantes muy variado, y tampoco me parecen temas de buen gusto para toda ocasión. Aunque, a veces, los ponen en bandeja, y resulta imposible no picar.
Mariano Rajoy, que supuestamente dirige los designios de esta nuestra nación, parece dedicarse también en los últimos tiempos a labores de consejero de cabecera con sus clases de conducta, moral, ética, costumbres, ciudadanía… Llámenlo como quieran. Y debe de aburrirse tanto cuando tiene vacaciones que este año, nada más estrenarlas, se ha puesto a pensar y parir axiomas complejos y contundentes, idóneos para el revoltijo de tiempos que llevamos a cuestas. Hoy mismo el verbo se le ha agolpado en sus eternos labios flamígeros de tal manera que acabó soltándolo en abrupto. Así hemos obtenido, en público, algunos dogmas como anfitrión de una entrega de premios deportivos, casualmente. Y a algunos, imagino que no pocos -de hecho cualquiera con un mínimo de sensibilidad y sensatez, difícil pero posible combinación-, se nos ha atragantado entera… la bandeja.
Dice este señor que la “gente”, término genérico e intangible donde lo haya, debería actuar, y no esperar sentada que los problemas se resuelvan en las Administraciones. Añade cual homilía de domingo que los éxitos son fruto de la perseverancia, el aguante y el sacrificio. Y culmina apelando a la voluntad, el tesón y la capacidad de actuar por sí mismo para toda esa misma “gente” del inicio, que tilda además de necesaria para el sostén y evolución de un país.
Realmente, no sé qué es peor, si dejar que durante el curso sea incapaz de hacernos avanzar o darle tiempo libre para discurrir y hacer subir la temperatura con discursos como este que, qué quieren que les diga, me parece grosero y ofensivo cuando menos.
Si un presidente de Gobierno presupone un pueblo llano tan alienado e insensible, tiene que irse. Déjeme que le diga, don Mariano, que tienen suerte usted y los suyos de “mandar” en un país de cachazas… que tanto tardan en levantarse y darles a todos, los de antes y los de ahora, la gran patada de una vez. En España es precisamente la Administración, ¿sabe usted?, quien más problemas genera a sí misma con burocracias sin sentido, y a todo ciudadano de a pie con reglamentos absurdos.
No son los muchos millones de desempleados quienes crearon un problema dando luz verde a que la mayoría de empresarios pueda despedir a la carta, según antojo y con todo lujo de despropósitos y ventajas sobre el asalariado. Ni tampoco los otros millones que sí retienen sus trabajos han maquinado y refrendado un sistema contractual y sindicalista que recluye, y está trufado además de convenios absolutamente desfavorables y negativos siempre para el empleado y fetén para el patrón. El mileurismo y la vuelta al derecho de pernada son, por supuesto, asuntos que arriba no pueden resolver… porque nos han llegado directamente de sus manos.
No son los muchos millones de activistas en oenegés, colectivos solidarios, fundaciones, asociaciones, peñas y hasta anónimos particulares, quienes ven coartadas una y otra vez iniciativas sociales a menor o mayor escala. Es el aparato represor del Estado, disfrazado de Fuerzas de Seguridad, el que sistemáticamente vigila y acecha para proteger feudalmente a una parte muy selecta de ese Estado: los que se sientan en el poder. Nunca al individuo y su justa y natural capacidad de acción.
No son los muchos millones de estudiantes los que alteran una vez y otra con recortes presupuestarios y absurdos -¿contenidos?- docentes los sistemas educativos autonómicos y general. Y aún así se esmeran en llegar a la meta para darse de narices con un mercado laboral desestructurado, económicamente incapaz y alimento de frustración personal y vocacional.
No son los muchos millones de pensionistas quienes celebran su desasistida dependencia, ni idearon tener que sostener con sus ridículas nóminas a hijos y nietos en miles de hogares porque no hay sueldo que resista un día día mínimo, normal. Hace años que no existe el fin de mes porque ya cualquier mañana es mala para el monedero.
No son Ana, Bernardo, Coral; Dimas, Eladia, Fabio; Gloria, Héctor, Inés; Julián, Kim, Luis; Mónica, Norberto, Olga; Patricio, Quintiliana, Román; Silvia, Teodoro, Úrsula; Vicente, Ximena, Yon, Zoraida… Ellos no tienen bancos que reciben reincidentes inyecciones de capital. Ni son igualmente reincidentes delincuentes de guante blanco -plebeyo, o no- al amparo de un sistema jurídico y penal orquestado a medida. Tampoco los que nos representan dentro o fuera sin un mínimo de inglés (y a veces ni buen castellano siquiera), u ocupan púlpito sólo para llenar líneas -las peores- de los libros de historia mientras saquean arcas y, lo que es peor, destruyen todo cuanto conquistaron con tanta lágrima, sangre y sudor, sus abuelos. Yo, de lo que lograra el suyo para usted, señor Rajoy, haga con ello cuanto le plazca. De lo que pelearon los míos para ellos, para mí y todos los demás, ni tocarlo. Oiga.
…Y ya llego tarde.
Deje, deje las lecciones para otros. Aunque, mire: Tal vez vaya a tener razón y todo con que la Administración no está para resolver problemas. Tendrá usted que irse entonces… de ese su escalón más alto, que ocupa no sabemos bien con objeto de qué.
Ya ven. No he hablado nada nada de política.