Una violación múltiple estrena la feria de Málaga. No es nueva la manera de divertirse para unos menores -dos esta vez, y otros tres de apenas de 20 años- jugando a mayores. Aunque siendo adultos, tampoco es forma de jugar la vida. Ni es nuevo que la víctima sea mujer, de igual edad que sus agresores mayores; o que ocurriera en la oscuridad de la madrugada, al filo del amanecer, en un apartado rincón, a la salida del trabajo de ella. No supone novedad alguna que los presuntos violadores puedan provenir de estratos sociales en riesgo de exclusión, como apunta cierta prensa. Que fuesen agentes de policía los que encontraran a la muchacha rota por dentro y por fuera ni que facultativos de hospital confirmaran los hechos y lesiones. El código que rige las infracciones del menor es, también como siempre, viejo y obsoleto. Primer error en el balance de este lamentable suceso.
No por ser muy distinto esto habría dejado de pasar: Un castigo severo no disuade al delincuente. Ni una elevada condena puede reparar ningún daño infligido. Pero si no es consuelo, al menos podríamos hablar de realidad algo más ajustada y justa, ambas por igual. No quiero frivolizar ni comparar, líbrenme todos los cielos, de verano y de invierno, pero tener esta blanda Ley de Responsabilidad Penal para el menor deja a quien delinque tan impune como están los corruptos saqueadores de arcas que desde la alta y baja estofa han arruinado al país con sus triquiñuelas y estos días hasta van de vacaciones, sin bañador -no por falta de liquidez, precisamente- de playa en playa. Incluso extranjeras.
Que tengamos estíos convulsos en cuanto a delitos no supone, igualmente, noticia a estrenar. Desde el mismísimo crimen de los Urquijo el 1 de agosto de 1980 hasta los cientos de robos a domicilio cada año en residencias cerradas por vacaciones, pasando por asaltos en peajes, hurtos en gasolineras y tirón al turista despistado en plazas, paseos y terrazas. ¿Es todo producto de la crisis? ¿Es esto en sí lo que provoca esa crisis? ¿Y cuántas crisis a la vez sufrimos ya?
Volviendo al menor, bastante desgracia tiene en el abandono moral que le lleva a cometer monstruosidades como esta. Y si bien cuesta enderezar la rama torcida, y puede incluso que de nuestro bolsillo público tampoco dependa, lo que está claro es que debemos encontrar solución. Por bien común. Una salida que no sea la puerta de atrás de comisaría ni el parking de un juzgado, y vuelta a la calle. La normalización pasa por tratar de reconducir a estos sujetos, aunque no seamos padres. …O retenerlos para siempre si no validan el examen. ¿Fácil? En absoluto. Pero ¿cuándo empezamos? ¿Quién se atreve a poner cascabel al gato para que no llegue a tigre y sus zarpas alcancen a todos?
Un familiar mío muy allegado tuvo ocasión de prestar servicios en Justicia. Nada de cargos, altos ni bajos; tan sólo como auxiliar. Fue en el mismísimo palacio que ocupa el Ministerio, en la plaza de la Villa de París. Además de relatar cuán profusamente cuidado y conservado está el lujosísimo patrimonio interior del inmueble, nos trajo otras anécdotas menos triviales y alarmantes a la vez: Sus compañeros residentes casi no le dejaban trabajar. Y no por falta de destreza o experiencia. Simplemente… ¡no se podía ir tan rápido! Igual temían agotar todas las tareas y verse de brazos cruzados antes de tiempo. Por eso hacían escapadas a los cercanos centros comerciales y tiendas de la milla de oro en horario laboral, desayunaban dos y tres veces fuera en una mañana, o aparcaban sine die decenas de expedientes. ¿Simpáticos y cordiales? Todos, sí. ¿Buen ambiente de oficina y despacho? ¡Nos ha fastidiado! Y hasta los había que una vez fichados, desaparecían hasta volver a fichar la salida, y así hasta el día siguiente.
En su aburrimiento, mi conocida, que de puro nervio hacía sus avanzadillas administrativas a escondidas, mataba otros ratos repasando, por curiosidad, las muchas montañas de papel acumuladas en mesas y estantes. Aquello fue como meterse en las hemerotecas de “Semana”, “Pronto”, “Hola” y “Lecturas”. En menos de “Diez minutos” era capaz de enterarse de los mil y un pleitos allí llegados entre folclóricas y ex-maridos varios, presentadoras y amantes celosos, cantantes en busca de custodias de vástago compartidas o banqueros chuleados por ligues vengativas. Todo y más de algunas de las mejores dinastías del país, a la cola, esperando turno. Igual que este tipo de demandas faranduleras -unas con más o menos importancia y calado- duermen allí otras de distinto rango y, seguro, más trascendencia social. Quién sabe cuándo llegará su beso de juez y despierten a la luz de una sentencia final.
No culpo a los funcionarios que actúan con la desidia de quienes saben que desde arriba tardarán en reclamarles mayor celeridad para estos asuntos. Pero supongo que alguien debería tomar interés y carta y tratar de llevar esto a la estación de destino. Es triste que en un mismo cajón de atrasados convivan el millonario divorcio de los fulanitos con envenenamientos, parricidios, secuestros y demás rosario de fechorías. Pero, claro, conocido esto por los que lo han visto desde dentro, podemos explicarnos la sorpresa que nos produce ver en titulares la resolución de casos padecidos e iniciados décadas atrás.
Tal vez debamos confiar en que todo tiene arreglo. Dar nuestro voto a toda la galería de mandamases que tienen los mangos de sartén en la mano, aunque no sea lo que tenga en mente en estos momentos la joven malagueña salvajemente ultrajada tras acabar su jornada laboral que no estaba de feria ni quería fiesta. Y todo, sólo una semana después de escuchar las sabias recomendaciones civiles del jefe del Gobierno.
Vista la conducta del, sin ir más lejos, letradísimo vástago del señor Ministro de cartera, que al volante del auto de papá, en pleno casco urbano, supera la velocidad permitida, impacta contra un vehículo, rehuye su obligación de identificarse y auxilio y escapa al garaje subterráneo -también de papá- dos esquinas más abajo hasta desaparecer, uno piensa: Pues, el día que toque, con esta justicia, que nos pillen confesados. O que me quede como estoy. Ella no puede ya.
Ago 182014