Hacer una glosa sobre Aute es imposible. Porque una glosa es una breve descripción, una nota marginal, un entre líneas. Y Luis Eduardo era todo menos brevedad, por muy conciso que fuera en palabras. He leido en alguna parte que hacía elegancia del silencio. Pero conseguía también lo contrario con la misma facilidad natural. Que alguien pueda detener el tiempo y concentrar tu atención en ambos casos, hablando o callando, es un don reservado a unos pocos sólo. Este virgo llegado al mundo un 13 de septiembre del siglo pasado lo tuvo. Artista con todas las letras, abarcó sin vacilar tantas disciplinas que pareció venido de muchos siglos atrás. Fue un renacentista en libertad. Y perseguidor tan incansable de la belleza en todo cuanto se propuso y tocó que hasta una de sus partituras más célebres la lleva por título.
La belleza de Aute tiene una íntima esencia: las maneras. Con esa sutil herramienta plasmó lo mejor de sí mismo en su amplísimo legado, para disfrute de los demás. Aunque era él, sin duda, quien primero gozaba. Su profesión fue autedisfrute antes que un trabajo. Y la necesaria prolongación de un rico e intenso mundo interior que tal vez pudo chocar en algún instante con el mundo que tenía enfrente, pero lo complementó la mayor parte de las veces hasta volverlo un poco mejor de lo que era. Para aplacar el ruido ensordecedor compuso músicas. Con el cine, cine, cine, cine logró hacer intensamente largo un corto y dejarnos ganas de más con un largo. Y en la pintura, esbozada antes con punta de lápiz, fue preciso y directo a la emoción convirtiendo cada cuadro en una sacudida visual inmediata de múltiples sensaciones. Eso lo sabe hacer quien ha buceado en variadas culturas, ha tenido distintas vivencias y pensado en diferentes idiomas, tantos como las otras cinco lenguas que Aute habló además de castellano para entenderse con media humanidad.
Asociar al autor sólo con canción, su obra más popular, es, pues, limitarlo. Y ceñirlo a la canción protesta, injusto, además. Porque Luis Eduardo Aute dejó en los pentagramas auténticos poemas de amor, de humor, de derechos, de pasión. Discos redondos, como resulta obvio, pero como no podía ser menos dado su afinado talento de precisa pluma tintada y guitarra en mano, testigos de una realidad que jugó a ser fantasía y acabó siendo un canon. Y sin embargo, a Aute no se le puede copiar. No se le puede igualar. Sólo saberlo interpretar. Y rendir. Como a los genios que se marchan pero siempre están.
En la fortuna de haberlo tenido una tarde para conversar, recuerdo una frase suya que pudo quedar diluida en el ameno diálogo pero acabó atrapada en el acervo de ideas de quien esto hoy escribe: “La sociedad actual tiende a cerrar capítulos justo cuando más abiertos están”. Gracias, Eduardo, por dar luz a una gran verdad que me sirve ahora para dedicarte con todo honor: tu capítulo no se cierra hoy, es cuando más abierto quedará.