En guardia con los guardianes

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Oct 172014
 

Escribir cosas en un papel, una pantalla, pizarra o la misma pared, tiene su miga. Al menos la tenían otros tiempos, a pesar de sequía y hambrunas. Quizá los últimos años de locura tecnológica lo hayan cambiado todo. La excusa del modismo en el whatsapp, los e-mail, sms y demás virtuosismos virtuales es perfecta cuando en realidad alguien no tiene ni puñetera idea de cuándo emplear bes y uves, tildar o no palabras u omite la hache donde sí debería estar. Son momentos de prisa, euforia y no reflexión en los que a casi nadie se le ocurre decir “oye, trae el DRAE” y consultar. La lengua de signos necesita sus cuidados, pero muchas veces eso se olvida igual que no cepillamos la otra cuando lavamos los dientes.

El nuevo dentífrico del español ya está a la venta. Los reyes, muy sonrientes, han recibido el primer ejemplar y posan con él -no podía ser menos- como si en verdad se tratara de anunciar un enjuague bucal. Pero… ¡Claro que hay peros! Es tan esperado como lógico y normal. Decidir qué se incluye de nuevas y qué pasa a recámara es complicado. Pero no por difícil es disculpable que, pudiendo ser exactos y no faltar a la verdad, en el nuevo diccionario aparezcan vocablos que poco favor le hacen al idioma de Cervantes.

Empezamos por la “a”. “Amigovio”, y también en femenino: relación personal de menor compromiso formal que un noviazgo. Lo primero, que la formalidad de los noviazgos hoy, en general, resulta bastante difusa. Lo segundo, se identifica visualmente con “agobio”. Y aunque tener amigovio/a pueda resultar a veces eso, una asfixia, no convence; y se me antoja tan prescindible como “follamigo”, que es lo que, sospechosamente, parece ser lo que se venía a exponer.

Con la “b”. “Blaugrana”: azulgrana. ¿Qué necesidad hay de rizar el rizo? Ese detalle de color ya existe tal cual en castellano, déjenlo tranquilo en su catalán de origen y no hagan como con palabras traidas del inglés y francés que ya eran casi idénticas en español y sobran.

Con la… avancemos: “f”. “Feminicidio”: Asesinato de una mujer por razón de su sexo. Y digo yo: cuando no es por esa expresa razón ¿cómo lo llamamos? ¿Y luego vendrá el masculinicidio, o el machocidio, varoncidio, o qué? El hecho al que se asocia este concepto es terrible, reprobable y digno de ser perseguido por la ley. Por descontado. Pero la palabrita es igual de horrible, y poco aporta. A veces no hay que inventar cosas tan feas para defender a la mujer y sus derechos, que es a lo que suena este vocablo. Me dolería pensar que responda recurrentemente, además, a un afán oportunista de resultar moderno y actual.

Me faltaría columna para recalar en los miles de nuevas entradas de esta edición número 23. Pero hay una, vaya por dios, que se me atraganta triste y especialmente en estos largos tiempos que venimos padeciendo. Con la “m”, y pasapalabra, “Mileurista”: Persona que percibe una retribución en su trabajo por debajo de sus expectativas. ¿No podían haber elegido eufemismo mayor? Cita a Aristóteles el secretario de la Real Academia de la Lengua Española, Darío Villanueva, cuando dice: “Las palabras sirven para lo justo y para lo injusto”. Pues no parecen predicar con el ejemplo porque, señores: si injusta es la realidad salarial del país, no duden ni teman eso, llamar a las cosas por su nombre. Y el sueldo de un mileurista no es que se encuentre por debajo de unas “expectativas”, sino de sus muy dignamente adquiridas “capacidades y aptitudes”, que se le niegan día a día en reconocimiento y en billetes.

Pareciera que cada vez tengamos menos motivos para creer en la burocracia de este país (de todo menos fluida y ágil), su justicia (a la carta, arbitraria y partidista a más no poder), su política social (clasista y excluyente), su potencial económico (por los suelos aquí y por la nubes en los paraísos fiscales)… Y ahora, tampoco el diccionario, biblia del español y su pilar de hegemonía como uno de los idiomas más extendidos del planeta, ofrece mucha garantía… ¿Era por eso? ¿Que su majestad Letizia, otrora reconocida artífice de la palabra como periodista, se evidenciara antes de las fotos en cara lánguida hoy, durante el acto de presentación? No es de extrañar. El discurso continúa siendo una de las bazas en su actual dedicación. Y a ver quien confía en estos guardianes de la supuesta buena retórica.

Adminístreme usted

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Oct 152014
 

Es de agradecer.
Y es admirable, plausible, sorprendente… Novedad cuando no debería serlo. ¿Qué? Brillar sin necesidad de despilfarro. Resultaba, resulta y resultará que no todo oropel es siempre bueno. Ni se debiera o debiese sospechar en eterno del manido, pero probado, “menos es más”. Y nos lo demuestra, para mayor inri y señas, una rubia. Menuda. Foránea. Y nada tonta.

Lo de Kylie Minogue en su nuevo tour es lo más, con lo menos. Y no hablamos del largo de falda. Que también. Aunque alguna, sí, le tapaba rodilla. La australiana lleva tres semanas de gira. Y en su parada española, anteayer Madrid, anoche en Barcelona, puede dar lecciones. De muchas cosas. Lo de siempre, que perdura y continúa: saber cantar, saber insinuar, saber ligar(se) al público. Lo nuevo, pero no insospechado -atención, señores del Gobierno y demás cabeceras-: saber hacer las cuentas. Domésticas.

Vuelve Kylie a la carretera, y a los cielos -por sus muchos aviones de vaivén- en el ecuador de una década convulsa, incierta, agitada, austera. Lo hace tras dos giras de paseo a la extravaganza. Su psicodélico show “X” (diez, que no porno) de 2008 y el colosal “Les folies” de 2011 anticipaban además su 25º aniversario en escena, que también celebró a lo grande, en 2012, llenando en Londres los míticos estudios Abbey Road con orquestadas versiones de sus clásicos para un redondo cedé. Esta tríada mediática, costosa y excesiva, pero artísticamente plena, ha dado paso a una nueva apuesta que llevará a una treintena de plazas europeas hasta final de año, antes de viajar para febrero hacia su tierra. Se llama “Kiss me once”, como su último disco. Y hace honor al título porque demuestra que a veces, o siempre, intenciones y un sólo beso son lo mejor y más asequible y seductor del mundo.

No hay veinte bailarines, ni doscientos trajes y otras tantas pelucas; columnatas romanas, suelos de cristal ni macroestanques con lluvia y fuentes. No es preciso trasladar equipos en decenas de trailers ni dos o tres jornadas de montaje por concierto. No hay tacones con plataforma, escotes imposibles ni micrófonos de mano cuajados de swarovski. Pero sí golpe de efecto (y perfecto). Más ligera de artificios que de ropa, KM sale al ruedo, arena, estadio o pabellón, lo que toque, con su bien preciado par de armas: Talento y prudencia. Comprobado: Tiran más dos estetas que dos carretas. Y así, al alimón, la actriz y cantante ha urdido con William Baker -su director de cabecera- un prodigio de medida audacia para su audiencia: Cómo dejar boca abierta sin mucho abrir talonario. O lo que es lo mismo: Cuando el cimiento es sólido, igual da una cabaña que un rascacielos infinito. Luciendo imponente el segundo, acoge más la primera.

Esta señora de 46 años, señorita más por elástico físico que por civil estado de soltera (Velencoso… ¡ay!), es princesa. Del pop. Algunos le darían por fin el trono de esa Madonna algo… gastada. De serena, honesta y sincera a la de Melbourne le cunde, ¡y también sabe cómo gastar! Debería ser ministra, de sanidad y deporte por cuerpazo; de cultura, por sus tientos al castellano. Jurista, por declaración de bucales -y vocales- principios. Y en definitiva, presidenta. Que también nos luce labios rojos, y sí sabe inglés.

Adiós malversación, blanqueo y corrupción; duquesitos, “tarjetistas” y “folcloricós”. Ni paraísos fiscales, alcaldes ni cristo que los fundó.
Adminístreme usted, Kylie; Mrs Kylie Minogue.

Siete. Cero. (14-10-14)

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Oct 142014
 

En esta misma habitación.
Donde duermo, sueño y lloro de emoción.
Entre cuatro paredes de arena, blanco y sin sol.
Tantas sensaciones, miedos y temblor…
También hubo alegrías, infancias y pasión.

Casualmente dentro, escribo letras hoy
que me llevan por películas, añoranza, admiración.
Un poquito de tristeza, y algún que otro subidón.
Muchos días se cubrieron hasta el techo
de palabras y susurros llegados con tu voz,
quebrada en llanto por primera vez que sonó
y alguna vez más tarde cuando todo fue dolor.

El intento otra vez se repitió
y tras nuevo paso en falso, el regalo al fin llegó.
Lo cuidaste con la perla que de ruego se sumó,
preocupada siempre por lo que tal vez te faltó.

A tu lado, no desdeñes, sigue quien también sembró.
Prueba y fiel de que, seguro, nunca lo dudó.
Que el destino era y fue tal cual jugó
y la vida poco a poco con su tempo rubricó.

No quiero nunca tener que decirte adiós.
Y ojalá al menos me quede siempre este refugio y rincón.

Periodista ¿o detective?

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Sep 282014
 

Estoy enfadado. Y además, consternado. Doblemente incluso. Primero, por lo fácil que le puede resultar a alguien mentir y montar un circo en el que las fieras se meriendan el domador, los trapecios ceden y el cuchillo cercena al fakir. Segundo, porque a ver de quién te fías ya.

La joven malagueña no fue violada. La grabación de vídeo que pudo incriminar a los asaltantes resultó probar lo contrario: aquello fue un goce consentido y en toda regla. Y aunque sea de dudoso gusto haberlo registrado todo en unos cuantos megas, lo cierto es que ha servido para pasar el título «víctima» de ella a ellos.
Es increíble, en cualquier modo, la frivolidad que destila el caso, se mire por donde se mire. Arbitrariedad en la joven, ronroneando aquí y allá a la vista de todos.
Temeridad añadida al saberse grabada y, si acaso publicada a los cuatro chips por las redes sociales, urdir de urgencia una absurda historia de acoso y derribo contra quienes poco antes no hicieron sino desfogar sus más primarios instintos.
No menos reprobable la actuación de éstos, ejerciendo de machitos en el acto en sí y queriendo fardar después del mismo con ese videoclip perpetrado con nocturnidad (nunca mejor dicho) y lujuria.

Desafortunados algunos comentarios, venidos incluso de algún dirigente municipal (ese León de la Riva siempre a la deriva) criticando la indefensión del varón ante falsas acusaciones como ésta. Y frente a las -a veces- abusivas penas recibidas por cuestiones de violencia de género. Es cierto, claro. Pero, para no reincidir, lo que aquí toca destacar es que al amparo de nuestro sistema jurídico cualquiera, ya sea hombre o mujer, pueda seguir profiriendo lesivas declaraciones sobre los demás. Testimonios que en no pocas ocasiones provocan más daño social que uno físico. La palabra, bien decía Lázaro Carreter, puede llevar dardo envenenado. Y un delito inventado arruina para siempre la vida de cualquiera.

¿Y lo otro?
Pues tiene que ver con quienes nos dedicamos a contar cosas… porque ya es casi imposible contrastar datos. Escribo yo mi anterior columna tras leer todas y cada una de las cabeceras del periodismo “serio” de este país, coincidentes todas, para más crédito. Y, días después, parece que tenemos que pedir perdón por meter la pata.
Se pide al periodista cerciorarse antes de hablar. Y resulta que hoy eso, paradigma y axioma implícito de la profesión, se diluye en un mar de informaciones. Si nunca resultó fácil detectar la versión más objetiva de todo cuanto nos llega a los oídos, en la actualidad se ha convertido en pesadilla. Me atrevo a decir que hoy hablar o escribir sobre algo es tirarse a la piscina sin agua por mucho que preguntes, investigues, corrobores o descartes. Y en eso tiene parte de culpa la exponencial e indiscriminada proliferación de fuentes de datos. Internet se convierte con frecuencia en una red tramposa donde conviven mentiras y verdades a partes iguales. La confidencia de tu mejor aliado puede venir contaminada sin quererlo ni saberlo. Hasta ejercer de testigo es complicado por los muchos trampantojos que pueden rodearte en el escenario de los hechos sin que, de primeras, te des cuenta.

Por supuesto que, como en toda casa de vecino, hay mucho aficionado suelto en este gremio que con su imprudencia tanto perjudica al reportero comprometido y de raza. Y no por eso hay que bajar la guardia ni mucho menos disculpar a toda costa malas praxis con las manidas excusas tipo “los nervios del directo”. Pero, oigan, tampoco aspiramos a colgarnos medallas propias de detective… Y realmente, ¡qué difícil es hoy ser periodista!

Ella no puede ya

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Ago 182014
 

Una violación múltiple estrena la feria de Málaga. No es nueva la manera de divertirse para unos menores -dos esta vez, y otros tres de apenas de 20 años- jugando a mayores. Aunque siendo adultos, tampoco es forma de jugar la vida. Ni es nuevo que la víctima sea mujer, de igual edad que sus agresores mayores; o que ocurriera en la oscuridad de la madrugada, al filo del amanecer, en un apartado rincón, a la salida del trabajo de ella. No supone novedad alguna que los presuntos violadores puedan provenir de estratos sociales en riesgo de exclusión, como apunta cierta prensa. Que fuesen agentes de policía los que encontraran a la muchacha rota por dentro y por fuera ni que facultativos de hospital confirmaran los hechos y lesiones. El código que rige las infracciones del menor es, también como siempre, viejo y obsoleto. Primer error en el balance de este lamentable suceso.
No por ser muy distinto esto habría dejado de pasar: Un castigo severo no disuade al delincuente. Ni una elevada condena puede reparar ningún daño infligido. Pero si no es consuelo, al menos podríamos hablar de realidad algo más ajustada y justa, ambas por igual. No quiero frivolizar ni comparar, líbrenme todos los cielos, de verano y de invierno, pero tener esta blanda Ley de Responsabilidad Penal para el menor deja a quien delinque tan impune como están los corruptos saqueadores de arcas que desde la alta y baja estofa han arruinado al país con sus triquiñuelas y estos días hasta van de vacaciones, sin bañador -no por falta de liquidez, precisamente- de playa en playa. Incluso extranjeras.
Que tengamos estíos convulsos en cuanto a delitos no supone, igualmente, noticia a estrenar. Desde el mismísimo crimen de los Urquijo el 1 de agosto de 1980 hasta los cientos de robos a domicilio cada año en residencias cerradas por vacaciones, pasando por asaltos en peajes, hurtos en gasolineras y tirón al turista despistado en plazas, paseos y terrazas. ¿Es todo producto de la crisis? ¿Es esto en sí lo que provoca esa crisis? ¿Y cuántas crisis a la vez sufrimos ya?
Volviendo al menor, bastante desgracia tiene en el abandono moral que le lleva a cometer monstruosidades como esta. Y si bien cuesta enderezar la rama torcida, y puede incluso que de nuestro bolsillo público tampoco dependa, lo que está claro es que debemos encontrar solución. Por bien común. Una salida que no sea la puerta de atrás de comisaría ni el parking de un juzgado, y vuelta a la calle. La normalización pasa por tratar de reconducir a estos sujetos, aunque no seamos padres. …O retenerlos para siempre si no validan el examen. ¿Fácil? En absoluto. Pero ¿cuándo empezamos? ¿Quién se atreve a poner cascabel al gato para que no llegue a tigre y sus zarpas alcancen a todos?
Un familiar mío muy allegado tuvo ocasión de prestar servicios en Justicia. Nada de cargos, altos ni bajos; tan sólo como auxiliar. Fue en el mismísimo palacio que ocupa el Ministerio, en la plaza de la Villa de París. Además de relatar cuán profusamente cuidado y conservado está el lujosísimo patrimonio interior del inmueble, nos trajo otras anécdotas menos triviales y alarmantes a la vez: Sus compañeros residentes casi no le dejaban trabajar. Y no por falta de destreza o experiencia. Simplemente… ¡no se podía ir tan rápido! Igual temían agotar todas las tareas y verse de brazos cruzados antes de tiempo. Por eso hacían escapadas a los cercanos centros comerciales y tiendas de la milla de oro en horario laboral, desayunaban dos y tres veces fuera en una mañana, o aparcaban sine die decenas de expedientes. ¿Simpáticos y cordiales? Todos, sí. ¿Buen ambiente de oficina y despacho? ¡Nos ha fastidiado! Y hasta los había que una vez fichados, desaparecían hasta volver a fichar la salida, y así hasta el día siguiente.
En su aburrimiento, mi conocida, que de puro nervio hacía sus avanzadillas administrativas a escondidas, mataba otros ratos repasando, por curiosidad, las muchas montañas de papel acumuladas en mesas y estantes. Aquello fue como meterse en las hemerotecas de “Semana”, “Pronto”, “Hola” y “Lecturas”. En menos de “Diez minutos” era capaz de enterarse de los mil y un pleitos allí llegados entre folclóricas y ex-maridos varios, presentadoras y amantes celosos, cantantes en busca de custodias de vástago compartidas o banqueros chuleados por ligues vengativas. Todo y más de algunas de las mejores dinastías del país, a la cola, esperando turno. Igual que este tipo de demandas faranduleras -unas con más o menos importancia y calado- duermen allí otras de distinto rango y, seguro, más trascendencia social. Quién sabe cuándo llegará su beso de juez y despierten a la luz de una sentencia final.
No culpo a los funcionarios que actúan con la desidia de quienes saben que desde arriba tardarán en reclamarles mayor celeridad para estos asuntos. Pero supongo que alguien debería tomar interés y carta y tratar de llevar esto a la estación de destino. Es triste que en un mismo cajón de atrasados convivan el millonario divorcio de los fulanitos con envenenamientos, parricidios, secuestros y demás rosario de fechorías. Pero, claro, conocido esto por los que lo han visto desde dentro, podemos explicarnos la sorpresa que nos produce ver en titulares la resolución de casos padecidos e iniciados décadas atrás.
Tal vez debamos confiar en que todo tiene arreglo. Dar nuestro voto a toda la galería de mandamases que tienen los mangos de sartén en la mano, aunque no sea lo que tenga en mente en estos momentos la joven malagueña salvajemente ultrajada tras acabar su jornada laboral que no estaba de feria ni quería fiesta. Y todo, sólo una semana después de escuchar las sabias recomendaciones civiles del jefe del Gobierno.
Vista la conducta del, sin ir más lejos, letradísimo vástago del señor Ministro de cartera, que al volante del auto de papá, en pleno casco urbano, supera la velocidad permitida, impacta contra un vehículo, rehuye su obligación de identificarse y auxilio y escapa al garaje subterráneo -también de papá- dos esquinas más abajo hasta desaparecer, uno piensa: Pues, el día que toque, con esta justicia, que nos pillen confesados. O que me quede como estoy. Ella no puede ya.

La que siempre será

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Ago 132014
 

Era una actriz como ya no hay. Y una señora como pocas quedan. Nunca explosiva, chispeante, ni de mirada risueña precisamente. Fue su impronta de dominio y desafío extremadamente femeninos su mejor baza de seducción. Suyos fueron los años del star system, pero nunca siguió sus dictados. Resultó ser terriblemente selectiva para sus trabajos. Así se le resistió el Oscar de reparto, que no el de Honor. Y por eso llenó las mejores horas de cine de oro.
Lauren Bacall tuvo el encanto de Grace, la belleza de Ava, la seducción de Marilyn y la elegancia de Audrey. Tan sofisticado todo que de puro chic pareció siempre espontáneo y natural. Suya era la mirada afilada de ojos profundos y unas cejas que decían tanto como la boca misma. Pestañear, o no, le bastaba para intimidar o derretir por igual. Tanto como pasear la pantalla sin atisbo de contoneo para llenarla igualmente de sensualidad de fémina con rotundo masculino. Pues lo mismo lucía encajes que traje sastre, tacón o mocasín, para anticipar con extremado gusto lo que después otras han usado y llamado estrategia andrógina de conquista. La ambigüedad de Marlene. Pero servída en frío. Agitada, no revuelta. Hubiera sido contrapunto perfecto a la chica Bond típica de los sesenta: Nada que ver.
No cabe duda que vivir junto al enorme Bogart, artística y conyugalmente, debió de imprimir carácter a una Betty Joan -era su verdadero nombre- ya de por sí temperamental, por neoyorquina y por judía. Para rematar, la dolencia tumoral y mortal de él, que no hizo brotar jardines de rosas, como tampoco los episodios de alcoholismo de su segundo marido, Jason Robards. Aunque en realidad no siempre resultó de ese rompe y rasga decidido y sutil a la vez; de hecho, sus primeros planos para el cine revelaban la misma mirada soslayada que empleó en sus comienzos como modelo de fotografía para Harper’s Bazaar. Pero se sacudió la timidez a base de escuela, dicción y teatro, y algo del Bronx de adolescencia. Su dominio de las tablas fue parejo al de la cámara en plató, y hasta en una adaptación teatral de “Eva al desnudo” fue elogiada por la mismísima Bette Davis, que no le encontró rival.
Trabajó con Newman, Monroe, Hudson, Grable, Wayne… y ha sido la última en decir adiós. Streisand, que la dirigió en la única película que le valió ser candidata a la estatuilla de la Academia, es, por lógica de la edad, uno de los pocos genios como ella que la sobreviven. Estusiasta del periodismo, que empezó a estudiar y nunca llegó a ejercer, nos deja además de cine historias propias de papel en forma de dos biografías. Y es precisamente una de sus célebres frases con lo que ha logrado hacerse inmensa. Inmortal. «No soy una ha sido. Soy una será

Consejero de cabecera

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Ago 122014
 

No me gusta hablar de política en vacaciones. Pero, bueno, en realidad no tengo vacaciones ni es política lo que voy a tratar. Aunque, a estas alturas, resulta complicado definir qué es o no política. Tuve un tío muy querido cuyas conversaciones favoritas, por no decir casi únicas, eran de fútbol y política. Tanto oír sus retahílas no fue lo que me hizo rehuír casi por inercia cualquier charla sobre estos asuntos. Resulta simplemente que veo un abanico de alternativas interesantes muy variado, y tampoco me parecen temas de buen gusto para toda ocasión. Aunque, a veces, los ponen en bandeja, y resulta imposible no picar.
Mariano Rajoy, que supuestamente dirige los designios de esta nuestra nación, parece dedicarse también en los últimos tiempos a labores de consejero de cabecera con sus clases de conducta, moral, ética, costumbres, ciudadanía… Llámenlo como quieran. Y debe de aburrirse tanto cuando tiene vacaciones que este año, nada más estrenarlas, se ha puesto a pensar y parir axiomas complejos y contundentes, idóneos para el revoltijo de tiempos que llevamos a cuestas. Hoy mismo el verbo se le ha agolpado en sus eternos labios flamígeros de tal manera que acabó soltándolo en abrupto. Así hemos obtenido, en público, algunos dogmas como anfitrión de una entrega de premios deportivos, casualmente. Y a algunos, imagino que no pocos -de hecho cualquiera con un mínimo de sensibilidad y sensatez, difícil pero posible combinación-, se nos ha atragantado entera… la bandeja.
Dice este señor que la “gente”, término genérico e intangible donde lo haya, debería actuar, y no esperar sentada que los problemas se resuelvan en las Administraciones. Añade cual homilía de domingo que los éxitos son fruto de la perseverancia, el aguante y el sacrificio. Y culmina apelando a la voluntad, el tesón y la capacidad de actuar por sí mismo para toda esa misma “gente” del inicio, que tilda además de necesaria para el sostén y evolución de un país.
Realmente, no sé qué es peor, si dejar que durante el curso sea incapaz de hacernos avanzar o darle tiempo libre para discurrir y hacer subir la temperatura con discursos como este que, qué quieren que les diga, me parece grosero y ofensivo cuando menos.
Si un presidente de Gobierno presupone un pueblo llano tan alienado e insensible, tiene que irse. Déjeme que le diga, don Mariano, que tienen suerte usted y los suyos de “mandar” en un país de cachazas… que tanto tardan en levantarse y darles a todos, los de antes y los de ahora, la gran patada de una vez. En España es precisamente la Administración, ¿sabe usted?, quien más problemas genera a sí misma con burocracias sin sentido, y a todo ciudadano de a pie con reglamentos absurdos.
No son los muchos millones de desempleados quienes crearon un problema dando luz verde a que la mayoría de empresarios pueda despedir a la carta, según antojo y con todo lujo de despropósitos y ventajas sobre el asalariado. Ni tampoco los otros millones que sí retienen sus trabajos han maquinado y refrendado un sistema contractual y sindicalista que recluye, y está trufado además de convenios absolutamente desfavorables y negativos siempre para el empleado y fetén para el patrón. El mileurismo y la vuelta al derecho de pernada son, por supuesto, asuntos que arriba no pueden resolver… porque nos han llegado directamente de sus manos.
No son los muchos millones de activistas en oenegés, colectivos solidarios, fundaciones, asociaciones, peñas y hasta anónimos particulares, quienes ven coartadas una y otra vez iniciativas sociales a menor o mayor escala. Es el aparato represor del Estado, disfrazado de Fuerzas de Seguridad, el que sistemáticamente vigila y acecha para proteger feudalmente a una parte muy selecta de ese Estado: los que se sientan en el poder. Nunca al individuo y su justa y natural capacidad de acción.
No son los muchos millones de estudiantes los que alteran una vez y otra con recortes presupuestarios y absurdos -¿contenidos?- docentes los sistemas educativos autonómicos y general. Y aún así se esmeran en llegar a la meta para darse de narices con un mercado laboral desestructurado, económicamente incapaz y alimento de frustración personal y vocacional.
No son los muchos millones de pensionistas quienes celebran su desasistida dependencia, ni idearon tener que sostener con sus ridículas nóminas a hijos y nietos en miles de hogares porque no hay sueldo que resista un día día mínimo, normal. Hace años que no existe el fin de mes porque ya cualquier mañana es mala para el monedero.
No son Ana, Bernardo, Coral; Dimas, Eladia, Fabio; Gloria, Héctor, Inés; Julián, Kim, Luis; Mónica, Norberto, Olga; Patricio, Quintiliana, Román; Silvia, Teodoro, Úrsula; Vicente, Ximena, Yon, Zoraida… Ellos no tienen bancos que reciben reincidentes inyecciones de capital. Ni son igualmente reincidentes delincuentes de guante blanco -plebeyo, o no- al amparo de un sistema jurídico y penal orquestado a medida. Tampoco los que nos representan dentro o fuera sin un mínimo de inglés (y a veces ni buen castellano siquiera), u ocupan púlpito sólo para llenar líneas -las peores- de los libros de historia mientras saquean arcas y, lo que es peor, destruyen todo cuanto conquistaron con tanta lágrima, sangre y sudor, sus abuelos. Yo, de lo que lograra el suyo para usted, señor Rajoy, haga con ello cuanto le plazca. De lo que pelearon los míos para ellos, para mí y todos los demás, ni tocarlo. Oiga.
…Y ya llego tarde.
Deje, deje las lecciones para otros. Aunque, mire: Tal vez vaya a tener razón y todo con que la Administración no está para resolver problemas. Tendrá usted que irse entonces… de ese su escalón más alto, que ocupa no sabemos bien con objeto de qué.
Ya ven. No he hablado nada nada de política.

Comediantes

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Ago 072014
 

Me llevo el disgusto de comprobar cómo los asuntos de dineros afectan a grandes, pequeños, conocidos y anónimos por igual …Y que la sinrazón no tiene vacaciones.
He sabido novedades nada felices para una asociación sin ánimo de lucro, de mediana entidad y larga trayectoria. Al habla con su directora, me cuenta que acaban de perder un importante proyecto de labor social con ancianos. La dotación económica para su puesta en práctica provenía de un organismo público con el que llevan décadas colaborando gracias a su demostrada competencia.
Con gran dedicación y un eficiente equipo de profesionales, este colectivo ha desarrollado importantes y notorias campañas de ayuda a inmigrantes, menores, enfermos, desempleados, sin-techo y un largo etcétera de población con serios problemas en su día a día. Detallados programas de actuación, y esmero, de su parte han logrado mejorar la calidad de vida domiciliaria de personas dependientes, realojar a familias que lo habían perdido todo y dar educación reglada y titulación a jóvenes que dejaron la calle para ocupar un puesto de trabajo. Esto, y mucho más, se recorta cada nuevo curso muy a su pesar por falta de presupuesto.
En esta ocasión, para la que habían puesto igual esfuerzo y empeño, los números no han casado a ojos de la Administración, que se ha decantado por otro colectivo. El único mérito ganador: haber presentado una previsión de costes el 10 por ciento más económica… El baremo parece haber anulado cualquier consideración añadida, y resulta de tan fácil tirada que hasta en la propia oficina pública se lamentan: “Nos va a costar hacer un seguimiento de lo que hagan, porque además no los conocemos. Es la primera vez que contamos con ellos. Eran los más baratos y no hemos podido maniobrar”. Lo explican en supuesta confidencia a los veteranos perdedores.
Si me dicen que vea algo positivo en todo esto, sólo valoro el hecho de que se dé oportunidad a un equipo novel. Pero no me compensa, dada la situación que atravesamos. Primero, porque si tan escasos andamos en las arcas públicas, mejor será invertir en lo bueno conocido que en lo incierto por descubrir: Se necesita un resultado. Segundo, porque no me lo creo.
Más que creencia, no puedo comprender. No entiendo que se nos diga una vez y otra que apretemos cinturón (oigan, parece que estemos en un asiento de avión permanente). Y menos, que el dinero no aparezca nunca, cuando no deja de entrar en caja. Esto es evidente y me lleva a exponer una delicada verdad como un castillo que indigna e inquieta a la vez: ¿Qué hace la empresa privada financiando lo público a bombo y platillo en lugar de atender otras iniciativas sin posibles? ¿Cuál es inconfesable su recompensa? ¿A quiénes pide permiso la Administración para negociar con el patrimonio de todos? ¿Y dónde van los cientos de millones que recibe?
Pongo ejemplos prácticos: estaciones y líneas de Metro con nombre de operadores de telefonía, pabellones municipales que acogen eventos festivos de particulares… (y para colmo acaban en tragedia, así de crudo y cruel). U otros de nueva denominación con patrocinador añadido. ¿El próximo? Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid, cuya reconstrucción hace una década tras el incendio costó lo que no está escrito, y desde el 1 de septiembre lo rebautiza una entidad bancaria. Y vamos a ver, ¿qué le corresponde a cada madrileño de la ingente montaña de euros que soltará la susodicha por afear las fachadas con su logotipo? ¿Con qué opinión han contado los artífices firmantes cediendo un espacio que no es suyo y cuál es el fin? ¡Ah, sí! Hay una web entera dedicada a explicar este edulcorado mecenazgo… Tiene gracia, en fin, que este mismo año el Club de Esgrima, asociación cincuentenaria sin ánimo de lucro con una actividad netamente deportiva al fin y al cabo, se haya visto obligado a trasladar este mismo año su sede oficial del Palacio a un local de calle por el elevado nuevo alquiler propuesto por los gestores municipales.
Gracias al trapicheo, el amiguismo, oportunismos varios y una gran desvergüenza disfrazados todos de “iniciativa cultural sin precedentes”, “apoyo inestimable y singular”, “apuesta de futuro” y otros eufemismos, a este paso la Cibeles tendrá una marca de coches en su carro, el Acueducto la de una firma de juguetes de construcción y La Alhambra de una cadena de spas. Eso sí: cualquier arreglo, reforma o urgencia, ya vendrá impuesto al canto para el ciudadano, que para eso es el “dueño”.
Y luego, ¡Señor!, recorte a los recortes. Mal año para los “sin ánimo de lucro”. Y el pasado, y el próximo también. Esto es una completa desfachatez… ¿Por qué no la patrocina, no sé… El Club de la Comedia?

5 de agosto

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Ago 042014
 

No voy a caer en el tópico. Es la fecha, el día. El aniversario. Pero quiero hablar de ella viva, y no de quién tuvo culpa. Inevitablemente, desde cualquier rincón, por insospechado que sea, nos llega su sonrisa, la mirada azul, su inocencia y picardía a la vez. Su alegría. Y su pena.
Monroe habrá miles. Marilyn, una sola, y todas a la vez.
Cualquiera que me conozca sabe de mi fascinación por esta mujer que se hizo a sí misma, aunque el levantamiento suyo más recordado sea mérito de un ventilador: El de la falda blanca plisada que le cosió Travilla. Él diseñó el icónico vestido de verano y tantos otros que la auparon en su ascención a mito. Pero los patrones y puntadas de más alta costura fueron de la propia Norma Jeane, convertida en multipropiedad mundial a golpe de dólar, y, autodidacta nata, empeñada en labrarse un presente como persona sin más. Que para ella no era poco.
“Me encantaría ser como tú”. Se lo dijo una amiga al entrar en su habitación y verla desnuda mirando un paisaje por la ventana. “No digas eso. A tí te respetan”, fue la heladora respuesta de alguien que, lejos de pavonearse halagada, recibía el piropo aterrada de que pudiera cumplirse y no poder evitar a la amiga un destino desdichado. Pues ese fue su sino: Rechazo. Desde la cuna, y paradógicamente contrario al efecto imán que provocaba en el público.
Norma Jeane quería ser fuerte, y Marilyn, gustar. Y viceversa. Por eso mientras una devoraba literatura clásica, la otra pasaba horas renaciendo ante el espejo. Y al revés. Recordada por su cimbreante andar, los imposibles ceñidos, el rubio platino y un susurro por voz, pocos saben y reconocen su tremenda capacidad interpretativa, su amplitud y variedad de registros (palabra que nunca me gustó) actorales, la perfecta afinación musical, su sensibilidad para el arte y la facilidad de retórica plasmada en reflexiones perdidas por decenas de cuadernos. Por fortuna, varios manuscritos fueron recopilados. Algunas de sus líneas provocan tanto escalofrío como nostalgia las muchas canciones que dejó grabadas en una época donde regalar música dedicada era uno de los detalles más sutiles que se podía tener.
Era tan rápida en contestar preguntas como ingeniosa en desconcertar al que interrogaba. Un apunte más de su aguda inteligencia tan valioso como lo es constatar que, de tanto que fue, nunca supo defenderse. Porque los listos no atacan, y sus mejillas están siempre dispuestas a encajar bofetadas.
Quisieron sus hombres hacerla madre. Pero no los astros. Tal vez para no repetir en los hijos más caminos de piedras. Y así se marchó, sufrida y llena de amor que tampoco pudo entregar a una madre eternamente trastornada, un padre siempre ausente, tres maridos entre inexpertos e interesados… y un perro que siendo niña le mataron volviendo a casa. Millones de admiradores, y sola.
Sola contra todo y luchando por tener un lugar, que no estaba en ningún museo, filmoteca, escaparate o bulevar de la fama. Un lugar donde ser mujer fuera tener criterio, poder decidir, dar ejemplo y crecer. Subir. Sumar. Apoyar. Un lugar donde algo -siquiera- pintar.
Pagó caro. Muy caro. Tanto. Por no claudicar a una ley de orfandad; por plantar un matrimonio abúlico, vacío de amor y dedicación; por posar a (tercio)pelo para poder cobrar; por plantar al patrón pendenciero y explotador de la imbatible Century Fox; por estudiar y ensayar siempre antes de debutar; por llevar falda ¡y hacer culturismo!; por estrenar y dirigir en Hollywood la primera productora de una mujer, con su nombre; por nadar, desnuda, y no querer guardar ropa… Por estar siempre asustada, y nunca tener miedo.
Escribí un artículo veinte años atrás al publicar Donald Spoto la enésima, y por ende polémica, biografía. No ha sido la única. He leído casi todo lo que pueda estar escrito sobre ella de bueno y de malo y visto cada documental, frito y refrito, para llegar siempre a la misma conclusión. Fue una bomba. Sesual, con eses.
Hoy tal vez no hubiera representado un peligro. O sí. Quizá ahora resultara imposible maquinar su muerte. O no. Se adelantó a la era internet y el whatsapp que nada puede esconder. Por eso logró brillar en lo que tuvo de amable aquella donde los sueños de pantalla podían hacerse realidad.
Cada 5 de agosto es todo eso, y mucho más.