En casi cinco años no había podido disfrutar los éxitos en vivo de mi querida Patricia Kraus. Pero esta semana me he resarcido, en el madrileño club de jazz de Teatros del Canal. Todas la entradas vendidas, lo que no es novedad. Lo nuevo estaba en el escenario. Bueno, un estreno a medias. Porque la presentación de su última grabación y arranque de gira será el sábado 25 en el emblemático Café Berlín, y entre tanto Patricia atacó parte del repertorio que ya le conocemos. El título “Alquimia” no puede ser más acertado porque es un término que entre muchas cosas se asocia a la búsqueda del elixir de la vida, el descubrimiento de los elementos que forman el universo… Y eso son las diez canciones que encierra este disco. Redondo, al girar y por su enorme valor artístico.
Una pista tras otra te vas dando cuenta que todos los elementos del universo de la mejor música están ahí para darnos eso: vida. Y así se llama, de hecho, la primera canción. Que tiene su propio videoclip en la página web de su intérprete, que cuenta con la voz invitada de Tony Zenet, y que lleva la firma de la propia Kraus. “Vida” figura con diferentes ritmos y letras en las discografías de artistas de medio mundo y de otras mujeres de bandera mismamente en nuestra cantera nacional como Paloma San Basilio o Ana Belén, por destacar, si acaso, dos de las más reconocibles. En la primera se escucha “vida, gracias por vivir y estar aquí” y San Basilio le dio luz hace casi cuatro décadas en medio de una íntima oscuridad: nada más perder a un hermano en un accidente aéreo. La de Ana Belén es más reciente, y decía “vida, no me cortes estas alas” justo un año antes de la pandemia por Covid que nos encerró a todos. Vaya con las dos paradojas. Cómo es la “vida”. Entre los versos que ha escrito ahora Patricia me quedo el también eterno y más maravilloso: “vida, qué canción has inventado que me susurra al oido lo que aún no ha llegado”. Y es también paradoja. La vida siempre quiere acompañarnos aunque inevitablemente se tendrá que ir. Es verdad que en casi todo lo que vivimos están las claves de lo que viene, pero nunca nos damos cuenta. Y esa es nuestra tragedia, porque volvemos a tropezar. Salvo ella.
No tropieza Patricia con este disco, favorito de Beatriz Ortega, su detallista manager de largo recorrido. Tiene por enorme acierto marcar una particularidad que lo distingue entre muchos de los que lo preceden en esa trayectoria desligada del pop y la electrónica: los pasajes musicales se alargan entre estrofas. Y regalan así al oyente un lucimiento perfecto de los igualmente perfectos instrumentistas que acompañan a la solista. El sonido es, además, la pureza total. Alarde inmenso del ingeniero en estudio, a todas luces siempre a los mandos, en un momento (de mercado, de industria) en que lo mínimo que le pides a un cedé es de lo que adolecen casi todos: que se oiga bien. A mi parecer es el disco que más jazz acumula, el que más caricias de voz guarda y, desde luego, el de más colaboraciones. Carmen París también participa, en otra de las nuevas composiciones de la autora, “Luz”. Que no tiene nada de jota. Porque París puede también con casi todo. Las dos voces juntas son fuente de emociones y sensación. Para no perdérselas.
Los seguidores de Patricia Kraus se van a dar cuenta de que sigue inspirada en palabras, contando lo cotidiano como en sus comienzos de los 80. Con historias iluminadas, como en aquellos “Alma” y “De animales y de selva” que son absoluta debilidad para este que les dice que, a cambio, tal vez extrañen en “Alquimia” los temazos, en cuanto que todos sus discos regalan versiones de canciones muy muy conocidas. Aretha, Ray Charles, Nina Simone, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez… así hasta el mismo Sting de Police, Mina o Gershwim. Casi nada. Aquí pone música a Machado. Casi menos. Tranquilos, pues. No se diga que sean malos tiempos para la poesía. Ni para la lírica. Porque también regresa Bizet. El aria de los pescadores de perlas que nos legó el padre para toda posteridad posible lo vuelve a pulir la hija a su estilo, con un tempo más reposado que el de hace diez años en “Retrocollection”, y matices de mayor sutileza vocal con los que demuestra una vez más las infinitas maneras que puede tener la ópera. Alfredo estará sin duda otra vez maravillado. Y mi Papá, atento admirador que siempre fue de ambos, también. Por ellos. Por nosotros. Patricia: bravo, sigues “siendo Bárbara”.