Ayer conocí en concierto a Karla Silva. Artista venezolana, dedicada a la música. Escribe, compone, canta, interpreta a piano, dirige a la banda, presenta las canciones, diseña el arte de sus discos… Le falta bailar o coserse los vestidos, si es que no lo hiciera y se lo calla… Parece que hay muchos como ella pero no. Ser artista pluridisciplinar, bueno, no es tan sencillo porque los astros tienen tantas ocupaciones que no tienen tiempo de alinearse con frecuencia. Pero cuando lo hacen, pasa esto. Que llega una Streisand, un Aute, un Casal. Una Karla Silva. Y pueden con casi todo.
Esta mujer de amplias disciplinas, tal vez desconocida para el gran público, se acercó hasta el Café Berlín para participar en el quinto FeminaJazz que promueve en Madrid mi querida Beatriz Ortega. Trajo su disco “She” bajo el brazo, y dos invitadas especiales: Natacha Schiriak -de Argentina- al saxo y Natalie Braux -desde Francia- con clarinete. También actuó su paisano americano Pedro Barboza colgado de las cuerdas de una guitarra. Durante hora y media desgranó un denso repertorio en inglés salpicado con una versión, en el español original, de “Bésame mucho” de Consuelo Velázquez. Fue el momento en que vino a mi imaginario la cadencia de Nat King Cole, que sobresale siempre entre los cientos y cientos de voces que la han interpretado. El timbre de Karla Silva te atrapa en cuanto lo escuchas y yo, antes de Cole, nada más oírla tuve la inmediata evocación de Shirley Bassey, Tina Turner y Amy Winehouse a la vez, que en realidad no tienen mucho que ver entre sí ni Karla con ninguna de ellas porque su color de voz es más grueso. Pero fue para mí una conjunción tan abrupta y de piel que al momento me produjo una intensa felicidad porque son voces que también están entre mis referentes de siempre. Así que, me he hecho fan instantáneo de Karla.
En todas sus canciones hay sentimiento. Habla del amor, no sólo físico o de parejas sino intangible y de gentes que se buscan o que simplemente comparten el mismo aire. Habla de mujeres, de madres y hermanas. De caricias y miradas. De luz, de verano, de libertades y paz. Y sobre todo del presente. Ese espacio cotidiano que casi siempre olvidamos para buscar en el pasado o aventurar el futuro. Hizo cantar al público, deslumbró picando los altos de su tesitura vocal y con el virtuoso puente de piano que se extiende a mitad de su canción “Present”. Estuvo arropada por Richie Ferrer al bajo y apuntalada por un baterista llamado Miquel Asensio que tiene dos varitas mágicas por baquetas y se marcó dos solos absolutamente insólitos y apabullantes. Uff.
Estoy convencido de que cualquier melómano del mejor jazz contemporáneo la descubrió hace mucho tiempo, porque lleva casi dos décadas de buen hacer. Para los que aún no sólo puedo decir que es obligado detenerse en su escuela y maneras porque van a convertirla en un clásico entre sus ídolos. Busquen “She” en Spotify; llévense el CD al final del concierto y guárdenlo en la colección de emociones que duermen entre los bafles de sus equipos de sonido… Al despertar les harán vibrar.