Dic 052014
 

Todo es maravilloso y emotivo. Una sala abarrotada de público. Una presentadora de primera audiencia, rubia como el champán de las -igual que siempre- próximas campanadas suyas, y con mucho corazón. Doce homenajeados jaleados cual docena de uvas de la suerte. Las planas mayores y menores del Gobierno regional. Discursos. Vídeos. Aplausos. Una curiosa performance a cargo de atractivos jóvenes acróbatas que corren sorteando las butacas y reptando contra las paredes entre músicas tribales y new age como despedida. Foto de familia… Lo que haga falta para repetirnos cuán solidaria y ejemplar es nuestra sociadad aun en tiempos de cóleras (y ébolas). Claro que, no hay ágape. ¿Ningún jerifalte tenía un amigo restaurador? Pues tampoco parecen haber justificado el presupuesto en sillas: Más de cien asistentes se quedaron de pie por los rincones a pesar de la obligada acreditación previa. Estarían sin pilas para calculadoras, los organizadores…

Hoy es el Día Internacional del Voluntariado, y el eslogan escogido “Cambia el mundo, hazte solidario” nos grita desde cualquier esquinita libre, pocas, ahora que la Navidad es todo inutilidad de banal propaganda por robarse clientes entre los cientos de firmas ávidas de ser las más regaladas y agotadas de stock. Por no mencionar cartelones y banderolas con langostinos en ganga de supermercados y películas de estreno y dudosa novedad típicas del cambio de calendario. Pero felicitémonos porque en medio de tanto circo la cifra de 150 mil voluntarios en esta España dividida forme un curioso conjunto de contrapunto. Llenarían tres Bernabéu en día de concierto.

“Voluntario”: Dícese de aquel individuo que trabaja por decisión propia y libre en servicio de una comunidad y del medio ambiente sin percibir remuneración. O sea, que no debemos confundir con “político” por más que insistan en destacarse por lo mucho que sufren y se sacrifican en bien de los ciudadanos. En realidad, son ellos quienes cobran y hacen nada, mientras todos y cada uno de esos miles de voluntarios les sacan castañas de varios fuegos a la vez. En la atención a dependientes. En cuidados a la infancia. En resolver asuntos administrativos de primer y segundo orden para personas siempre desasistidas y en lógica pelea con la cada vez más virtual burocracia oficial impuesta e ininteligible, tan fatigosa de ejecutar y tener al día. En resumen, batallas mil de lo que viene a llamarse cotidiano. Más de la mitad de cuanto un Gobierno, con sus decenas y decenas de delegaciones y tentáculos varios en municipios, regiones y diputaciones debería solucionar por principios y con un simple medio gas, está en manos de quienes de forma salpicada dedican altruistamente su tiempo a todos los paga-impuestos de cualquier rincón. Conclusión: casi vivimos de la caridad. Y no exagero. Mal vamos. Digo, seguimos.

De las decenas de tópicos y melifluas congratulaciones dirigidas ampulosamente esta mañana por el viceconsejero madrileño de Familia y Asuntos sociales, deshecho en alabanzas a todos los voluntarios de esta ¿su? Comunidad, hubo una, en efecto, real como la vida misma: “Os animamos a seguir así, y sabed que siempre nos vais a tener detras”. No pudo hacer más exacto y acertado uso de la palabra: “detrás”. No “al lado”. Detrás. Con despego. Alejados. A distancia. Por libre. Ajenos. Aislados… Solos. En “su mundo”. De prevaricaciones, cohechos, malversaciones, blanqueos, etc, etc, etc. Todo aquello para cuanto son los primeros y más rápidos voluntariosos del mundo. Y luego vienen a darnos palmaditas en el hombro con un “chaval, eres el orgullo de la sociedad” y un “muchacha, qué buena eres” en lugar de “estás” porque a duras penas logró dominar su subconsciente.

Yo también soy voluntario. Me sonroja un “felicidades” familiar en cada cumpleaños mío por total vergüenza propia. Hoy la felicitación de un político me sonroja con más furia por igual vergüenza, en este caso ajena. Gracias por acordarse y venir. Yo hoy estaba aquí en ese papel, no de periodista. Pero, vaya, vaya usted con su corte de adoratrices a celebrar este día y cuantos más quieran a costa del erario público, claro, y sin olvidar -faltaría- a los voluntarios «de pedigrí». Como ese al que acaba de obsequiar con un pedazo de metacrilato que luce su nombre y fecha, a la sazón alma mater de una siempre emotiva fundación infantil… y dueño al mismo tiempo de una de las cadenas de restauración más célebres del país con pingües beneficios. O la angelical madrina de ceremonias. Siempre correcta y hasta reivindicativa, pues quiere una nueva Ley de voluntariado de color rosa pastel, no podía ser menos. Beneficiaria de una de las nóminas públicas más Full HD de los últimos 20 televisivos años, como para no sensibilizarse en la causa…
Sólo nos faltó cambiar a los modestos jóvenes saltimbanquis por una actuación gratuita de, por ejemplo, Madonna. Tan por Malawi ella, que se gasta luego el doble de lo que allí invierte en cada excesiva fiesta de cumpleaños con sus amigotes. Qué buen corazón tiene, también. Tan grande, que a este paso Gaultier le va a tener que coser corsés de tres copas.
Pues muy bien.

Voluntariado ligero, volován de hojaldre.
¡Ay, no! Que no hubo cóctel.